M. Isabel Padilla, ojs
Esta extraordinaria mujer jalisciense alegró como un rayito de sol el hogar de sus padres; hija primogénita de don Tirso Padilla y doña Mariana Trujillo, matrimonio cristianísimo y tan ejemplar que siempre se dijo de ellos que eran una fuente de cristalinas virtudes.
El lugar donde vio la luz primera fue la pintoresca hacienda El Refugio — de la que su padre era administrador — jurisdicción del municipio de Tala, Jalisco, entorno que brindó su regazo para acunar el advenimiento de la niña María Isabel Padilla Trujillo, el 11 de octubre de 1895. Dos días después, en la pila bautismal, le bautizaron según la tradición cristiana, tan antigua, de hacerlo a los pocos días a los recién nacidos.
En aquella región jalisciense de Tala pasó su niñez y adolescencia al lado de sus hermanos Francisco, José, Amado, María y Modesto, este último, hijo del segundo matrimonio de don Tirso.
Al quedar viudo su padre, como la hija mayor que era, y casi adolescente todavía, quedó al frente de sus hermanos menores.
Una vez que hubo cumplido con las obligaciones que no le correspondían, pero que desempeñó con gran amor y responsabilidad — la formación de sus hermanos menores, que ya estaban en condiciones de valerse por si solos — los dejó para integrarse en 1929 a la comunidad del Santuario de Nuestra Señora de los Remedios”.
Dotada de muchas virtudes, siempre observó una total obediencia, fue dócil, humilde y sobre todo muy responsable en todas las tareas que se le encomendaban, pues a ello dedicaba gran empeño cumpliendo al pie de la letra y fielmente su realización sin tomar en cuenta poner en riesgo su salud.
Después de su labor en la región inhóspita de la Huasteca Potosina llega a Tlalpan el 15 de febrero de 1932 junto con las señoritas: Guadalupe Bayardo, María Ocampo, María Luisa Torres, Clotilde Lagos. El 7 de febrero del mismo año habían llegado Petronila Fonseca y Feliciana Márquez. Y por disposición del padre Félix que anteriormente las había conocido se hospedan en la Escuela Apostólica para restablecer la salud tan deteriorada a causa del paludismo.
Su encuentro con el P. Félix de Jesús Rougier, MSpS en 1932, fundador de las Oblatas de Jesús Sacerdote, una congregación femenina, en aquel año le llevó a formar parte del grupo de “piadosas señoritas” las que con autorización del Ilustrísimo señor obispo don Luis de la Mora y del Río se habían fundado ocho años antes el 9 de febrero de 1924.
Al morir el P. Félix el 10 de enero de 1938 la hermana Isabel que tan solo tenía 29 días de haber profesado los votos perpetuos y la agrupación a la que pertenecía de Pía Unión, pasó a ser Congregación de Derecho Diocesano, es elegida Superiora General de esta Congregación.
En adelante le corresponde animar y promover a esta comunidad de hermanas que ya no cuentan con la presencia física del P. Félix pero sí, con toda la riqueza espiritual que les había heredado y que la Madre Isabel en su deseo de sólo hacer la voluntad de Dios se había dejado moldear 必利勁
e impregnar por este legado espiritual.